lunes, 14 de junio de 2021

Rafael Roldán García - in memoriam

 

Rafael Roldán García 

in memoriam



 04/07/2024 - 14/06/1996


Al cumplirse hoy los 25 años del fallecimiento de mi padre, quiero recopilar en unas pocas líneas alguno de sus rasgos más característicos, para que lo conozcan más aquellos que no lo conocieron, o para que lo rememoren aquellos que sí lo conocimos.


Persona de profundísimas convicciones, tanto en el ámbito religioso como en el político, le encantaba respetar -y que los demás respetasen- las primeras y discutir sobre las segundas. Como a todos los de su generación, los avatares políticos le trastocaron la infancia y la juventud.


No era fácil debatir con él, porque tenía demasiadas “líneas rojas” infranqueables e indiscutibles. Muchas veces pienso en cómo lo pasaría hoy. Sería un fanático de leer la prensa en internet, del Whatsapp y de las redes sociales, pero lo pasaría fatal con la enorme transgresión de líneas rojas que ha tenido la sociedad en los últimos años.


Recuerdo su placer por el mar, aquellos baños en Tabernes y su rutina diaria de nadar de boya a boya, con independencia del color de la bandera. Su rebeldía, dentro del orden establecido, le llevó a pagar alguna sanción por bañarse en días con bandera prohibida, llegando a tener que subir la guardia civil a casa para identificarle y, tras mostrarles su condición de oficial -en la reserva-, hacerles cuadrarse para seguidamente, recibir la multa. 


Amaba el mar mucho más que la piscina. Le parecía algo mucho más limpio y mejor en todos los sentidos. En Tabernes, nunca se bañaba en la piscina, pero sus baños en el mar eran propios de un gran deportista. De hecho, la natación era el único deporte que practicaba, según mi madre, por su tremenda pulcritud y aversión al sudor.


Nieto, hijo y hermano de militar, llevaba en el ADN el espíritu castrense. Tanto es así que tras los servicios prestados por puro patriotismo a España en Riga a los diecinueve años -a la que según me confesó “acudieron sin saber”- , decidió hacer milicias universitarias en La Granja para alcanzar la graduación de alférez, dado que el Convenio de Ginebra exonera de trabajos manuales a los oficiales, y el se preparaba de cara a una posible nueva contienda mundial


Nostálgico de José Antonio P. de R., me llevó al entierro de Carrero Blanco en diciembre del 73. Fui con él y con mis hermanos mayores cuando yo contaba con nueve años. Mi recuerdo infantil de aquella tarde fue el de aprender canciones “patrióticas” en medio de un tremendo tumulto.


Su afición por la literatura y por la lectura era tal que devoraba novelas, con una rapidez inusitada. Para saciar ese hambre de leer, era suscriptor de ABC desde su juventud. Le gustaba subrayarlo, no solo para remarcar a los demás lo más relevante, sino también para recordar lo que ya había leído. Se le amontonaban por meses, y no le daba tiempo de  leerlos completamente. Su lectura del periódico era profunda y completa, incluidas las esquelas, salvo la sección de deportes, que eludía adrede. Mi afición por el fútbol le parecía ridícula y le resultaba completamente ajena. Definía el deporte rey como veintidós tíos en calzoncillos persiguiendo una pelota.


Persona extremadamente culta, atesoraba un increíble conocimiento de la Historia, especialmente de la de España. Era fan de los Episodios Nacionales de Galdós y quería que los leyéramos sus hijos, cosa que no supimos apreciar en su día y que me habría encantado comentar con él actualmente. 


Otra de sus características que he heredado de forma póstuma era su gusto entremezclado por el conocimiento de Madrid y por la Historia. Era capaz de darte una explicación de cualquier personaje célebre que figurase en el callejero de nuestra ciudad, desde el Paseo de Calvo Sotelo (actual Recoletos) a Jorge Juan. Cualquier calle con nombre histórico -Ortega y Gasset antes Lista decía con guasa- sabía relatarla con la precisión suficiente para impresionarme. Me contaba que, de niño, una de sus aficiones era “perderse por Madrid” y luego encontrar el camino de vuelta a su casa. Algo impensable actualmente, o incluso cuando yo era niño. También le encantaba algo tan madrileño como la zarzuela y caminar muy rápido.


La vida le llevó a empezar Derecho y cambiarlo -a la vuelta de su aventura por tierras soviéticas- por la recién creada carrera de Económicas, convirtiéndose en uno de los primeros titulados en esta materia de España. Llegó a cursar el doctorado, pero no la tesis, por lo cual no obtuvo el título de doctor. Solamente trabajó en una empresa, Antibióticos, y la llevaba en el alma. Precursor de la informática, fue el primero de su empresa en viajar a París a finales de los 50, a unas conferencias que impartía IBM para implementar sus sistemas en España.


La televisión y la radio le encantaban, pero sobre todo, la radio. En especial los debates políticos - ya fueran en radio o en televisión- y recuerdo que los tiempos de la Transición despertaron en él fuertes pasiones. Contrariamente a lo que cabría esperar, aceptó el juego democrático como algo propio y no fue nostálgico de la dictadura. Eso sí, fue partidario acérrimo de Fraga, de Alianza Popular y posteriormente, del Partido Popular. Dio de lado a Fuerza Nueva y a Blas Piñar, por considerarlos demasiado extremistas y desfasados.


Además de la literatura, el cine le apasionaba. Se daba en él la circunstancia de que - al contrario que con la Historia- su memoria hacía que olvidase las películas y le encantaba verlas de nuevo. Posiblemente fuera consecuencia de las apneas del sueño, cosa que descubrimos años más tarde.


Su padre (mi abuelo), hombre singular y polifacético por el que mi padre sentía pasión, en 1950 organizó una función de teatro en la que participaban los jóvenes veraneantes de las familias distinguidas Mancha Real. Haciendo aquel teatro conoció a mi madre, y ocho años después, tras un noviazgo discontinuado, se casaron.


Fue una persona a quien le traicionaba frecuentemente su excesivo carácter y fuerte personalidad, acompañada de un genio demasiado vehemente. Sobre casi todas las cuestiones de la vida -ya fueran trascendentes o domésticas- tenía elaborado un criterio bien definido y difícilmente modificable. Pese a poseer la verdad (en su opinión) en no pocos temas, fue bastante incomprendido y le costó excesivamente amoldarse a los tiempos, especialmente a los cambios que tuvo la sociedad en los años 70 y 80. Repetía frecuentemente la frase de Ortega según la cual “el hombre era él y su circunstancia”. Esto  Fue una persona de su tiempo y trabajó abnegadamente toda su vida, no sólo para proporcionar bienes y confort a su esposa y cuatro hijos, sino también para ser un ejemplo ante nosotros.


Falleció el 14 de junio de 1996, antes de cumplir los setenta y dos, y justo un día antes de que naciera su primer nieto, mi hijo Guillermo. Esto produjo en mí un conflicto de emociones difícilmente explicable.


Me habría encantado que mis hijos le hubieran conocido. Lamento enormemente no haberlo valorado suficientemente en su día. Espero y deseo que con este pequeño lote de recuerdos, rendirle el merecido homenaje que, por las circunstancias de la vida, no fui capaz de darle en su propia vida.


Querido padre, allá donde estés, recibe mi sincero reconocimiento y mi más fuerte abrazo de tu hijo que te quiere,


Antonio Roldán de la Cuadra

Junio 2021